LOS CALATOS DEL LEONCIO PRADO

 

 

LOS CALATOS DEL LEONCIO PRADO

DR. MÁXIMO GRILLO ANNUNZIATA.

Mis problemas con el sistema educativo peruano comenzaron en mis primeros años de vida.

Mi madre desconfiaba del sistema educativo peruano, al cual definía como una fábrica de idiotas y de esclavos sumisos y serviles. Afirmaba que en todo el currículo escolar no existía ni un solo curso que ayudara al desarrollo de la conciencia critica.

Debido a ello nunca fui a la escuelita en el país y cuando mi madre viajó a su país me tomaron  un examen de evaluación y me mandaron de frente al cuarto de primaria, de forma que yo no hice ni kindergarte, ni primero, ni segundo ni tercero de primaria y fui de frente al cuarto de primaria.

Siendo alumno del cuarto de primaria me convertí en el líder de la pandilla  y nos peleábamos con los de quinto.

A mitad del año, debido a mis altas notas me tomaron un examen y me mandaron al quinto de primaria, donde me convertí en el líder de la pandilla del quinto año y nos peleábamos con los del cuarto.

Pero mi padre se enfermó gravemente y atuvimos que regresar de urgencia al Perú.

Aquí no me reconocieron mis estudiosos y tuve que repetir el cuarto y el quinto, perdiendo prácticamente lo estudiado en el extranjero.

El cuarto año de primaria  lo hice en la escuela de aplicación de la Universidad Católica cuyo local quedaba en la avenido Bolivia a media cuadra de la avenida Alfonso Ugarte, donde viví un episodio que me cambió por completo para el resto de mi existencia.

Resulta que el profesor mencionó la segunda guerra mundial y dijo que esta se llevó a cabo porque en Alemania apareció un tipo loco, llamado Adolfo Hitler, que solo para demostrar que era superior  racialmente hizo  una tremenda guerra.

Yo levanté mi mano:

-Si Grillito, dime?

El profesor me tenía aprecio, porque decía que era el mas inteligente del salón y era el único que participaba, los demás niños eran unos cohibidos.

-No profesor, así no fue; la guerra se debió por la lucha por el control de los recursos naturales y el control de los mercados.

Dije eso, porque era lo que había escuchado decir a mis padres.

La reacción del profesor fue castigarme y botarme del salón por faltarle el respeto.

Al llegar a casa y decirle a mis padres lo que me había pasado, mi madre se indignó y me dijo:

-Ese profesor además de ser un idiota, es un ignorante. Nunca creas lo que dicen los profesores ni las autoridades, cuando quieras saber la verdad anda la biblioteca- y me señaló la gran biblioteca familiar.

A raíz de ese episodio le perdí todo respeto a los profesores y autoridades, los cuales según mi mentalidad de niño nunca iban a saber más que mi biblioteca, en una época en la cual las bibliotecas particulares eran raras, y adquirí una independencia de pensamiento y de lectura desarrollando  una enorme conciencia critica que me acompañó toda mi vida.

De hecho, aprendía mucho más echado en mi cama leyendo los libros de la biblioteca familiar  que recibiendo la educación en píldoras que te daba y te da hasta el día de hoy, el raquítico sistema educativo peruano.

Mi gran ventaja fue siempre que en mi casa había una gran biblioteca, y a que mi madre cada vez que viajaba a su país se traía un montaña de libros; libros que aquí en el Perú no se encontraban en ninguna biblioteca ni librería, y que incluso estaban prohibidos por la ley, e  incluso la Iglesia Católica tenía  una lista llamada INDEX, donde estaba una larga lista de libros que los católicos estaban prohibidos de leer, entre esos libros se hallaban los de psicoanálisis de Sigmund Freud entre otros, pero que se hallaba en la biblioteca de mi casa.

Cuando tenía 11 años de edad mi madre me dio a leer “La Guerra de las Galias” de Julio Cesar, y luego la historia completa de las campañas de Napoleón, me dio a leer la biografía de Tomas Alva Édison y me dijo: “Este hombre de niño fue muy pobre, era canillita y se levantaba de madrugada a vender periódicos en la estación del tren de su pueblo, pero al morir dejó patentados  mil quinientos inventos de gran utilidad para la humanidad, me dio a leer la biografía de Leonardo da Vinci, de forma que en mi adolescencia, mientras mis ídolos eran Julio Cesar, Tomas Alva Édison, Leonardo, los ídolos de mis compañeros de colegio eran los futbolistas Valeriano López, su compadre Barbadillo, Tito Drago, Lolo Fernández, y yo era consciente de  esas diferencias.

Al terminar la primaria postulé al Guadalupe, y en esas épocas para ingresar al Guadalupe se daba examen. Por las altas notas que obtuve me dieron una beca, por lo cual no pague nada en toda la secundaria.

Pero los problemas empezaron:

Primera semana de clases, primer día de instrucción premilitar.

Mientras estábamos en el patio a la espera del instructor, de repente todos empezaron a ser presas de un terror incontrolable:

-¿Qué pasa, que ocurre?

-El instructor, el instructor.

Donde yo veía un pobre diablo con un uniforme, los demás escolares veían un monstruo aterrorizante.

PLAF, un cachetadon:

-Parece bien, carajo

Plum, un patadón en el poto:

-Toma distancia, mierda

Cacheteo a  unos, pateo a otros, nos granputeo a todos , nos mentó la madre a todos, ante el terror de los escolares y mi asombro.

Al llegar a casa y contarle a mis padres lo que había pasado, mi madre estalló:

-Este es un país de salvajes, donde se ha visto que agarren a patadas y cachetadas a los escolares, los granputeen  y les mente la madre.

Le dijo a mi padre:

-Máximo, yo me llevo a mis hijos a mi país, no quiero que estudien en el Perú

Mi padre me dijo:

-Usted no permita eso. Cualquier cosa que pase me avisa de inmediato.

De esta forma, la primera vez que el instructor me gritó, se lo dije a mi padre el cual fue a quejarse al director del Guadalupe.

El director le dijo a mi padre:

-Señor Grillo, usted debe de comprender que los muchachos debe aprender a ser hombres y aprender la disciplina.

-Señor Director, eso no es aprender a ser hombre, ni aprender la disciplina, eso es una humillación y un maltrato, a ser hombre se aprende respetando y haciéndose respetar, la disciplina nace de la conciencia de la obligación  moral y cívica, no con los golpes ni los insultos. Si esto se repite presentaré  una queja al ministro de educación (el cual era su amigo).

Lo peor de esta historia, lo más triste, lo más degradante, fue lo que sucedió a la siguiente semana, en la siguiente clase de instrucción premilitar.

El instructor apenas ingreso al salón dijo.

-En este salón existen aniñados, hijitos de papá, que se van a quejar porque les gritan.

La totalidad de  mi salón se puso en mi contra por aniñado e hijito de papá de forma que para estos pobres diablos imbéciles, el ser cacheteados y pateados y granputeados, no solo era normal, sino incluso era algo bueno para su formación.

Este episodio ocurrió en 1957, hace 66 años, y hoy al ver el video de los escolares del Leoncio Prado, desnudos, humillados, expuestos no solo al frio, sino lo peor, a la burla por la humillación sufrida, me hizo recordar este episodio de mi adolescencia, en el cual me hice respetar, y mis padres me hicieron respetar, me demostró que a pesar de los 66 años pasados, en el Perú nada  ha cambiado, todo sigue igual.

Hasta cuándo va a durar esta situación.

Por esa historia nunca he regresado al Guadalupe, y me he negado  ingresar a la Asociación Guadalupana.

NOTA.-Al terminar la secundaria obtuve la medalla de plata como la segunda mejor notar en Instrucción Premilitar durante toda la secundaria en el Guadalupe. Esa medalla y su diploma cuelgan junto con mis demás premios científicos en mi oficina.

 

 

 

 


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